En Turgutlu, un pequeño rincón de Turquía, Ikram Korkmazer, de 48 años, ha convertido su carnicería en un refugio para los más desprotegidos. Desde hace más de tres años, perros y gatos callejeros esperan cada mañana a las puertas de su tienda, confiando en su generosidad. "De siete a ocho perros y de tres a cuatro gatos llegan cada día, como si supieran que aquí siempre habrá algo para ellos", relata Ikram.
La bondad de este carnicero ha trascendido las fronteras de su comunidad, gracias a los vídeos que comparte en redes sociales, donde documenta su inusual relación con sus “clientes”. Entre ellos, destacó hasta hace poco Yesim, un gato que se convirtió en la estrella de su vida y sus redes.
Yesim no era un gato cualquiera. Con un carisma especial, solía pararse sobre sus dos patas traseras frente al mostrador, esperando pacientemente su ración. Sin embargo, en enero de 2019, su salud se deterioró repentinamente. Después de tres días sin noticias del gato, Ikram lo encontró en un estado crítico y lo llevó de inmediato a una clínica veterinaria. Pese a los esfuerzos médicos y tres días en cuidados intensivos, Yesim no sobrevivió.
La pérdida dejó un vacío en la vida de Ikram, pero no frenó su labor. "Sí, fue un golpe duro, pero hay muchos otros animales que necesitan ayuda", afirma. Desde entonces, el carnicero de Turgutlu continúa alimentando a los perros y gatos callejeros, asegurándose de que siempre tengan algo que llevarse a la boca.
El recuerdo de Yesim sigue vivo, no sólo en la memoria de Ikram, sino también en una emotiva representación que adorna su carnicería: una figura del gato inclinado bajo el mostrador, tal como solía hacerlo. "Es mi manera de honrarlo y de recordarme que cada acto de bondad deja una huella imborrable", comparte.
Ikram Korkmazer no sólo corta carne; alimenta almas. Su historia es un recordatorio de que la compasión hacia los más vulnerables puede transformar una simple carnicería en un símbolo de humanidad.