Por Sofía Noxtlazihuatl |
En estos días, las palabras de los artistas, los trabajadores de la cultura y aquellos que hacen del arte una verdadera forma de resistencia suenan con un eco desesperado, una queja colectiva contra el recorte de presupuesto que el gobierno de la 4T ha propuesto para el sector cultural en México. El Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México (Moccam) lo ha dicho claramente en un comunicado publicado el pasado 23 de noviembre: lo que se perfila para 2025 es una crisis sin precedentes. Una crisis que no sólo afectará a las instituciones culturales, sino que se llevará con ella a miles de trabajadores y el derecho de la ciudadanía a acceder a una cultura que nos pertenece a todos.
Como quien se despoja del legado cultural de un pueblo, los recortes a la cultura no son nuevos, aunque la narrativa del gobierno anterior de López Obrador nos haya querido vender otro relato. Durante el sexenio anterior, los recortes fueron disimulados bajo una aparente inversión, una inversión que se destinó a proyectos emblemáticos como Chapultepec o el Tren Maya, pero que nunca vieron la luz de la justicia cultural. Así, lo que parecía una promesa de crecimiento se convirtió en una reconfiguración del presupuesto que, lejos de impulsar las artes, sólo creó una bolsa reasignable que sirvió a otros intereses, más vinculados al desarrollo urbano que a la conservación de nuestro patrimonio cultural.
Hoy, nos enfrentamos a un recorte del 30% adicional a un sector que, desde hace años, se encuentra precarizado, maltratado, olvidado. Las instituciones culturales mexicanas, como los 193 sitios arqueológicos que han sido la puerta de entrada a nuestra memoria ancestral, las 162 museos nacionales que preservan nuestra historia, o las más de 7 mil 500 bibliotecas públicas que son el refugio de la lectura en los rincones más remotos del país, se verán afectadas de forma directa. Las 32 orquestas y ensambles profesionales, que aún logran sobrevivir con un presupuesto ya limitado, también sentirán los embates de estos recortes.
¿Qué pasará con la comunidad artística? La pérdida de 40 mil empleos directos es una realidad palpable. El sector ya sufre la precariedad de sus contratos, la falta de reconocimiento, la exclusión de las grandes decisiones que afectan a la cultura de nuestro país. Los programas de estímulos, becas y premios, que durante años han representado una esperanza para los artistas más jóvenes y los emergentes, se verán reducidos, como si la creatividad de nuestro pueblo pudiera sobrevivir sin un mínimo de apoyo institucional.
Pero más allá de los números y las estadísticas, lo que está en juego aquí es algo mucho más profundo. Es la amenaza a los derechos culturales de los mexicanos, es la pérdida de nuestra identidad, de la posibilidad de construir una nación a través de la diversidad cultural que nos caracteriza. Porque no se trata sólo de los museos, las orquestas o las bibliotecas. Se trata de que, si no defendemos la cultura, si no luchamos por ella, nuestros cimientos como pueblo se desmoronan.
El llamado del Moccam a los diputados es claro: frenar los recortes presupuestales y reconocer al arte como una pieza esencial de la vida social y política del país. A los artistas, a los trabajadores de la cultura, a los intelectuales, a los curadores, a los gestores, a los que estamos comprometidos con la preservación y la difusión de nuestras tradiciones: nos corresponde alzar la voz y exigir lo que nos pertenece. Porque la cultura, como el agua, es un derecho fundamental, no una mercancía que se pueda negociar.
Así, seguimos en movimiento, siguiendo el rastro de los códices que se escriben con nuestras luchas cotidianas, con nuestras artes, con nuestras tradiciones, con nuestros anhelos. Pero no podemos seguir callados ante el empobrecimiento que nos amenaza. La cultura de este país no se toca, se defiende.