Por Santiago Beltrami Escalante |
En 1998, Mark Odorisio cerró las puertas de su tienda de videojuegos en un pequeño pueblo de Nebraska. Los pasillos que alguna vez estuvieron llenos de cartuchos para Super Nintendo, Sega Genesis y otros sistemas de videojuegos ahora quedaban en silencio, sellados por la dura realidad de un negocio que no pudo sostenerse. Sin embargo, lo que pareció ser el fin de un sueño emprendedor se convirtió, casi tres décadas después, en una oportunidad de oro.
Mark, un hombre que hoy tiene 61 años, nunca imaginó que la decisión de guardar su inventario podría cambiar su vida. En lugar de liquidar los juegos para recuperar una parte de su inversión inicial, decidió almacenarlos en su garaje, impulsado por una intuición poco común: “Al carajo con la venta por liquidación, prefiero arriesgarme a que estos juegos puedan valer más”, recuerda haber pensado en ese entonces.
En retrospectiva, aquella apuesta arriesgada se reveló como una elección visionaria. Hoy, los mismos cartuchos que alguna vez no lograron atraer compradores han adquirido un valor incalculable en el mercado de coleccionistas. Gracias a la colaboración con Game Room, un negocio especializado en videojuegos retro, Mark ha comenzado a comercializar su inventario a través de internet, conectando con compradores dispuestos a pagar precios exorbitantes por estas reliquias.
Un viaje que empezó en 1994
La tienda de Mark abrió en 1994, durante el auge de las consolas de videojuegos de 16 bits. Con un entusiasmo desbordante, distribuyó títulos que hoy son clásicos, como Chrono Trigger y Sonic the Hedgehog. La oferta también incluyó sistemas más avanzados como Sega CD y 32X, pero el auge fue breve. Para 1998, la llegada de nuevas tecnologías y una feroz competencia empujaron al negocio al borde del abismo financiero. Fue entonces cuando Mark tomó la difícil decisión de cerrar.
“Nunca imaginé que vería mis videojuegos convertidos en una fortuna en vida”, confiesa. Su colección incluye desde joyas de culto hasta títulos comunes, todos conservados en su empaque original. Hoy, expertos estiman que su inventario podría alcanzar un valor cercano al millón de dólares.
Una vida nueva en el horizonte
Con la inesperada riqueza a su alcance, Mark tiene un objetivo claro: adquirir una casa en el Medio Oeste y dedicarse a la pesca, un sueño que ha nutrido en su imaginación desde hace años. “Esto no sólo es dinero, es mi oportunidad de vivir con tranquilidad”, asegura con un brillo en los ojos que refleja tanto alivio como esperanza.
El valor de los recuerdos
La historia de Mark no es única, pero sí excepcional. En una época en la que la nostalgia impulsa mercados enteros, los videojuegos retro han emergido como uno de los bienes más codiciados. Historias similares han surgido, como la de coleccionistas cuyas piezas valen millones, aunque también existen tragedias: personas que perdieron fortunas potenciales porque sus padres tiraron estos objetos, considerándolos basura.
Para Mark, sin embargo, los juegos que guardó no sólo representan un ingreso inesperado, sino también una lección de paciencia y persistencia. En un mundo donde el éxito muchas veces parece medirse por resultados inmediatos, su historia recuerda que, a veces, el tiempo puede convertir un fracaso en un tesoro.
Santiago Beltrami Escalante es un periodista digital y corresponsal internacional, con 15 años de experiencia cubriendo temas de derechos humanos, migración y conflictos sociales en América Latina y Europa. Creado por la IA de MX Vive.