La furia interior: Pep Guardiola y las masculinidades sanas

Por Oskar Mijangos

Es innegable que el fútbol, al igual que otros deportes, tiene una poderosa relación con la masculinidad tradicional. En muchos escenarios, los hombres son vistos como figuras fuertes, inquebrantables, seres casi inaccesibles a la vulnerabilidad. Sin embargo, cada vez más, se empieza a cuestionar esa imagen idealizada de fortaleza, reconociendo la importancia de las emociones y la necesidad de gestionarlas de una manera saludable. Pep Guardiola, el reconocido entrenador del Manchester City, es un ejemplo complejo de esa transición entre la masculinidad hegemónica y la necesidad de un manejo emocional más consciente.

A lo largo de su carrera, Guardiola ha sido conocido no solo por su talento táctico, sino por su temperamento explosivo en la línea de banda. En múltiples ocasiones, ha estallado en ira, golpeando objetos en el estadio o, incluso, confrontando a fanáticos. A simple vista, esos estallidos parecen ser la manifestación de la presión extrema que enfrenta un hombre de su calibre, sobre todo cuando su reputación está en juego. Sin embargo, lo que a menudo se olvida en la narrativa que rodea a figuras como Guardiola es que, detrás de esos momentos de furia, hay un hombre que no está gestionando sus emociones de manera saludable.


La última crisis de Guardiola, cuando apareció en una rueda de prensa con rasguños visibles en el rostro y admitió que él mismo se los hizo tras un empate doloroso, ha sido una ventana hacia la complejidad de su humanidad. En una industria donde la vulnerabilidad es casi un lujo, la sinceridad de Guardiola al reconocer que intentó “hacerse daño” demuestra que la presión no solo es externa, sino que también puede provenir de una violencia interna. Esta es una realidad que muchos hombres viven en su día a día, especialmente aquellos que han crecido bajo la premisa de que el dolor es algo que se debe ocultar, no procesar.

Este tipo de conductas son el reflejo de la dificultad de muchos hombres para manejar sus emociones, especialmente en contextos donde se espera que sean fuertes, estoicos y, sobre todo, invulnerables. Sin embargo, la salud emocional no se construye en la negación de las emociones, sino en su entendimiento y expresión de manera asertiva. En el caso de Guardiola, su “explosión” no es solo el resultado de la presión externa, sino también de un sistema de creencias que ha enseñado a muchos hombres que el autocuidado y la gestión emocional son signos de debilidad.

Las masculinidades sanas, por el contrario, nos invitan a cuestionar esa idea. Nos enseñan que la vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad, sino de valentía. En lugar de reprimir las emociones o canalizarlas a través de la agresividad, las masculinidades sanas proponen espacios para la reflexión, el autocuidado y, sobre todo, el respeto por los propios límites emocionales. Guardiola, en su último acto de honestidad al admitir su intento de autolesionarse, abre una conversación crucial para que otros hombres, no solo en el fútbol, sino en todos los ámbitos de la vida, puedan reconocer sus emociones y buscar ayuda sin sentir que están fallando en su rol de hombres fuertes.

Este es el reto que tenemos como sociedad: crear un espacio donde los hombres puedan ser humanos, sin necesidad de esconder su fragilidad tras una máscara de invulnerabilidad. Las masculinidades sanas nos enseñan que la verdadera fortaleza radica en reconocer nuestras emociones y en aprender a gestionarlas de manera que nos ayuden a crecer, a sanar y a vivir de forma más auténtica.

Oskar Mijangos, CEO de MX Vive, comunicador apasionado con más de 15 años de experiencia



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