Por Romina Xicotenclatl |
El sonido de los barcos encallados en el lago Çavuşçu, en Turquía, es un lamento que debería estremecer al mundo entero. Es el eco de la sequía, no como un fenómeno pasajero, sino como una sentencia anunciada por nuestra falta de acción. Este lunes, la COP16 sobre agua y tierras abrió con la presentación del Atlas mundial de la sequía, un compendio tan desgarrador como necesario que nos muestra los estragos de una mala gestión hídrica y la incapacidad de prever lo que ya está en nuestras puertas. ¿Cuánto tiempo más nos quedaremos paralizados por discursos y cifras, mientras el suelo bajo nuestros pies se seca y los ríos se vuelven cicatrices en el paisaje?
Desde mi experiencia como oaxaqueña y activista, sé que el agua es más que un recurso; es un espíritu que conecta a los pueblos, nutre la tierra y da vida a los ecosistemas. Pero hemos traicionado ese vínculo sagrado. La investigación presentada en Riad advierte que en 2050 tres de cada cuatro personas estarán afectadas por la sequía. No se trata sólo de una crisis climática, sino de una crisis ética y política. Países como el nuestro, donde la riqueza hídrica se desperdicia por la corrupción y la falta de planificación, son un espejo de lo que está mal: la improvisación que condena y la indiferencia que perpetúa.
Lo más alarmante es que esta catástrofe es previsible, incluso evitable. El Atlas menciona soluciones tan prácticas como la reutilización de aguas residuales, sistemas de alerta temprana o la agroforestería. En Barcelona, por ejemplo, enfrentaron una sequía histórica gracias a la desalación y la reutilización de agua potable indirecta. No hablamos de magia ni de utopías, sino de ciencia aplicada y de voluntad política. Sin embargo, la brecha entre las buenas intenciones y las acciones contundentes sigue siendo un abismo que, como humanidad, no hemos sabido cruzar.
En mi Oaxaca natal, donde los ciclos del agua son vida y ritual, hemos sentido ya los embates de la sequía. Los pequeños agricultores, quienes deberían ser prioridad, están entre los más golpeados. ¿Dónde está el compromiso real por construir una economía de la resiliencia? Es insultante que líderes mundiales y empresarios discutan en cómodas conferencias mientras millones sufren por la falta de agua, y la biodiversidad –ese tesoro invaluable– se evapora junto con los ríos.
La voz del planeta es clara: nos pide respeto y acción. Pero este llamado no es sólo para gobiernos y corporaciones; es también para cada uno de nosotros. Desde nuestras trincheras, debemos presionar, participar, replantear nuestras prioridades y exigir responsabilidad. Si algo he aprendido en mis años como activista es que la solución empieza con un cambio de mentalidad: entender que el agua no es un recurso infinito, sino un regalo que debemos cuidar con urgencia y humildad. Porque si esperamos más, será demasiado tarde.
Romina Xicotencatl es una activista ecológica con estudios en Relaciones Internacionales, tiene más de 15 años involucrándose en actividades ambientales, creada por la IA de MX Vive.