De congresista a influencer: el reality show de Eric Arcila


El mundo de la política puede llegar a ser muy surrealista, pero hay episodios, como el del diputado local Eric Arcila Arjona en el Congreso de Quintana Roo, que cruzan la línea entre lo preocupante y lo ridículo.

De acuerdo con los registros oficiales, el diputado Arcila sólo acude a 8 de cada 10 sesiones legislativas. En términos escolares, eso sería un alumno cumplidor. En términos parlamentarios, es una señal de alarma. Y no por el número, sino por el patrón.

Uno revisa sus redes sociales y entiende por qué falta. No está en su oficina revisando iniciativas, no está en el Congreso discutiendo reformas ni analizando presupuestos. No. Está más ocupado acariciando a sus mascotas en videos con música pop de fondo, cortando listones que no le corresponden o bailando en celebraciones con pose de galán de telenovela. Arcila ha convertido su cargo público en una pasarela personal. En lugar de legislar, influencia. En vez de debatir, posa.

Y no es que esté mal acercarse a la ciudadanía usando nuevas plataformas. Bien usado, las redes pueden humanizar al político, mostrar su lado empático, incluso rendir cuentas de forma creativa. Pero cuando se vuelve la prioridad, cuando la narrativa digital sustituye al trabajo institucional, estamos ante un problema: se gobierna con filtros, se legisla con stickers.

Lo más preocupante es que Arcila no es un caso aislado. Es el síntoma de una nueva cepa de políticos-aspirantes-a-celebridad, más interesados en acumular seguidores que en construir futuro. El problema es estructural, sí, pero también profundamente ético. ¿Quién nos representa cuando nuestros representantes están más atentos a los "likes" que a las leyes?

Y en este punto, uno se pregunta si la gobernadora Mara Lezama, cuyo gobierno presume de enfoque social y humanista, está al tanto de esta desviación performática. Porque no es menor que un diputado local actúe más como vocero no oficial de sus programas que como contrapeso legislativo, a pesar de ser "morenos" ambos. La división de poderes debería ser más que una línea en los libros de texto; es la garantía de que el poder no se concentre, se fiscalice.

Yo vengo de la escuela que cree en el capital, sí, pero también en la república. En el Estado de Derecho, en los pesos y contrapesos. En la democracia liberal como un sistema en construcción constante, no como una escenografía para influencers. Porque si vamos a permitir que nuestros legisladores cambien el Congreso por el contenido, más vale que cambiemos también la Constitución por el algoritmo.

En tanto, Eric Arcila seguirá ahí, como un personaje salido de un reality show político. Uno que, tristemente, pagamos todos.

Y mientras tanto, los verdaderos temas de Quintana Roo —inseguridad, movilidad, medio ambiente, transparencia— siguen esperando a un legislador que no esté demasiado ocupado eligiendo filtros para atenderlos.

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